domingo, 3 de febrero de 2019

Tiempos y luces

El dos de febrero, es la fiesta de Las Candelas, La Candelaria.
A partir de aquí, la luz aumenta un poco cada día.  A mitad de camino entre los solsticios, la tierra remueve las entrañas, se va calentando poco a poco y  se prepara para engendrar las semillas; ajos y cebollas, injertos de pera y ciruela. 
Los días oscuros de noches largas y frías se van marchando y las velas benditas en este día; las candelas, se guardan para alejar las tormentas de granizo y las heladas.
 Magia, religión, creencia, rito...



Hay un tiempo en las aldeas, que no es lineal y   que mide los intervalos entre la siembra y la cosecha, entre la poda y el fruto, entre la preñez y el parto, entre las líneas que dibujan la ida y el regreso de las bandadas de aves migratorias.
 Y otro tiempo,el meteorológico, que se predice de igual modo; mirando al cielo, leyendo las nubes, escuchando al viento, oliendo la lluvia y presagiando la nieve.


Ambos tiempos rigen la vida del campo y sus habitantes, y quienes conocen sus códigos,  saben que no hay mejor calendario ni pronostico, que , el agujero en el barro de un gusano, la dirección del viento  o el ladrido quejumbroso de un  perro. 

Son muchas las señales, pero es necesaria una íntima y ancestral comunión con la tierra para descifrar  el enigma del canto de un ave o la intensidad y frecuencia  de los destellos de una luciérnaga hembra.
Y en este febrero mocho, de carnavales y cuaresmas, las  cigüeñas por San Blas, traen los mejores augurios. La luz, de nuevo la luz; que resurge, cíclica y renovadora con la promesa de la primavera.



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