Después de la inusual nevada de octubre parece que aquella teoría
de que nuestra Asturias se estaba desertizando,
está muy lejos de la realidad y lo
cierto es que los árboles caídos en las carreteras de los municipios de montaña,
no permiten ver el bosque, de tan
densificado y extenso y que en muchos
casos, no es sino un montón de maleza y de arbustos de crecimiento descontrolado
y rápido.
Desde que se inició el éxodo rural, hace medio siglo, al
abandono de las aldeas, le sucedió como daño colateral el del monte. Se abandonaron
los cultivos y las tierras pasaron a llenarse de árboles de todo tipo; los prados,
libres ya de la presión de pastos para el ganado mayor, el menor y la
trashumancia, siguieron el mismo camino; el libre albedrio.
Los usos tradicionales, racionales, que ahora se llamarían sostenibles, lograban el equilibrio necesario del bosque.
La fabricación de aperos de labranza, mangos de herramientas, madreñas, forjados de casas, cierres de finca, portillas, cestos, corredores tradicionales, hórreos, barricas de sidra, duernos, pértigas para sacudir castaños, carros, y un largo etcétera de utilidades, conseguían mantener a raya el bosque. Por otra parte las cocinas de leña en los pueblos consumían esa parte de los árboles que sobraba, la poda, las ramas secas.
¿Pero que era una cocina de leña? Aquella en la que la comida se cocinaba de forma lenta, concienzuda y con sabor; eso que ahora en inglés se denomina “slow food”, y que no es más que no utilizar ollas rápidas ni electricidad y cocinar sano.
Los usos tradicionales, racionales, que ahora se llamarían sostenibles, lograban el equilibrio necesario del bosque.
La fabricación de aperos de labranza, mangos de herramientas, madreñas, forjados de casas, cierres de finca, portillas, cestos, corredores tradicionales, hórreos, barricas de sidra, duernos, pértigas para sacudir castaños, carros, y un largo etcétera de utilidades, conseguían mantener a raya el bosque. Por otra parte las cocinas de leña en los pueblos consumían esa parte de los árboles que sobraba, la poda, las ramas secas.
¿Pero que era una cocina de leña? Aquella en la que la comida se cocinaba de forma lenta, concienzuda y con sabor; eso que ahora en inglés se denomina “slow food”, y que no es más que no utilizar ollas rápidas ni electricidad y cocinar sano.
El bosque gana terreno pero pierde calidad, está
desatendido, no cuenta con planes de gestión. La mayoría están en un estado de conservación malo. Es urgente la puesta
en marcha de planes de ordenación y gestión.
Por otra parte la dificultad que supone para los paisanos la tala de un árbol, con un montón de trámites, disuade de tocar ni una sola rama. Y lo de ir a buscar en plan cuento tradicional, setas y piñas ya a nadie se le ocurre no vaya a ser que se muera un colchicum montanum, o se pise un gnomo y cause una gran fatalidad.
Por otra parte la dificultad que supone para los paisanos la tala de un árbol, con un montón de trámites, disuade de tocar ni una sola rama. Y lo de ir a buscar en plan cuento tradicional, setas y piñas ya a nadie se le ocurre no vaya a ser que se muera un colchicum montanum, o se pise un gnomo y cause una gran fatalidad.
En resumen que tanto los incendios como los daños ocacionados por cualquier fenómeno
meteorologíco, como las nevadas en este caso, son en mi modesta opinión la consecuencia
de una nefasta gestión del territorio, que no por llamarlo natural, debe ser
salvaje.
No todo lo verde es bueno, y sino que les pregunten a los
paisanos, aunque igual es demasiado tarde para la respuesta. Siempre se debería
gestionar el futuro aprendiendo del pasado si este fue mejor. Y los árboles a
veces, como esta, no dejan ver el bosque
de verdad.
Habría que cortar alguna caña de vez en cuando aunque sea para hacer bastones.
Habría que cortar alguna caña de vez en cuando aunque sea para hacer bastones.