sábado, 16 de septiembre de 2017

Miñera de Luna o el esqueleto de un pueblo resucitado







La imagen de los troncos muertos y abrazados, estremece y sobrecoge. ¡Cuantos abrazos habrán quedado entre las piedras y en las grietas de la tierra!









Se pueden trasladar los muebles y los aperos de labranza, pero los sentimientos quedaron ahogados y la identidad sumergida.



¿Qué habrá sido de Olegario Martínez, el frutero?










Se pueden borrar los pueblos de los mapas, pero la naturaleza  pugna por resurgir de nuevo; el río brota y la hierba renace en una tierra que se abre para respirar después de sesenta años anegada.






Aquí habitan los fantasmas del desarraigo y el abandono.


Las piedras guardan los secretos y los sentimientos de quienes les arrebataron su pueblo pero dejaron sumergida su identidad.



Pisar el suelo agrietado produce frio y eriza el vello. ¡Entre esas piedras se forjó la tragedia del abandono, la incertidumbre y la pena de sentirse expulsado, apátrida...



Los esqueletos de los árboles alineados, bajo los que los ancianos murmuraban sus eternas letanías y a los que los niños trepaban buscando nidos muestran sus ramas inertes.

Miñera de Luna ya no existe más que en los mapas de la memoria. 

La vieja rueda del molino recuerda los tiempos del trigo y el centeno de las fértiles vegas de la comarca.

La naturaleza, que se empeña en contradecir a los hombres para demostrar que es más poderosa


"Lo que hay debajo de un pantano es la devastación total y absoluta"
(Julio LLamazares)


Y volví a leer "Distintas formas de mirar el agua" , ya ya nunca miré igual a los pantanos

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